Combate
A principios del año 1911, el gobierno peruano tuvo noticias de que fuerzas del Ejército Colombiano, sin mediar justificación alguna, se encontraban desde hacia algún tiempo ocupando parte de nuestro territorio situado cerca de la frontera, zona delimitada por el río Caquetá. Dichas tropas, después de haber sido avisadas por los canales establecidos para estos casos, se negaron a abandonar pacíficamente el sector ocupado, pensando quizás que aquella posesión transitoria iba a tornarse definitiva.
Como consecuencia, el gobierno peruano dispuso la salida de la cañonera América comandada por el Teniente Primero don Manuel A. Clavero, con la doble misión de efectuar una investigación sobre esta situación anormal, y de ejecutar en caso de comprobar la veracidad de la información recibida, la desocupación del territorio ilícitamente apropiado por las fuerzas colombianas. Su consigna fue la de dejar una guarnición militar peruana en dicho lugar, después de desalojar a los ocupantes. Para efectuarlo, debía agotar primero todos los medios pacíficos a su alcance.
Luego de una infructuosa búsqueda, que duró algunos meses, regresó la América a Iquitos en el mes de Junio, no sin haber dejado establecidas a las tropas que condujo, en un punto conveniente situado en los márgenes del río Putumayo.
En esta ciudad, Clavero obtuvo información adicional con datos concretos y precisos. Desembarcados algunos enfermos que traía, reaprovisionado el buque y sustituidos sus tripulantes, salió nuevamente con idéntica misión. Algunos armadores de Loreto, departamento en que el patriotismo se encuentra sumamente arraigado, pusieron a disposición del país y del gobierno sus lanchas para ayudar en el transporte de tropas. Es así como la cañonera América zarpó conjuntamente con las lanchas Loreto, Estefita y Tarapoto, para constituir un convoy y realizar su cometido.
Alrededor de 300 infantes del Batallón Nro. 9 del Ejército, fueron transportados en la cañonera, y en la Loreto y la Estefita. Se designó a la Tarapoto como buque-hospital. Las tropas del Ejército iban al mando del Teniente Coronel Oscar R. Benavides, quien era el Jefe militar más caracterizado en el convoy.
Al mando de la América iba, como ya se ha dicho, el Teniente Primero don Manuel A. Clavero. Su plana mayor estaba constituida por el Teniente Segundo don Héctor Mercado y los ingenieros J. Runciman y C. Lima. El buque llevaba como armamento dos cañones Armstrong de 37mm. y dos ametralladoras.
El 10 de julio de 1911, en las últimas horas de la mañana, arribó el convoy, después de haber surcado el río Caquetá, a las inmediaciones del paraje denominado La Pedrera. Las informaciones coincidían en expresar que en dicho sitio se encontraba el General colombiano Gamboa, al mando de unos 400 hombres de tropa. Clavero y su oficialidad pudieron comprobar lo cierto de la información, al verificar la presencia de soldados colombianos en las inmediaciones.
A distancia apropiada, se arrió un bote y procedió a embarcarse en él a un parlamentario. No obstante las señales efectuadas indicando estos propósitos, las fuerzas ocupantes abrieron fuego al desatracar el bote del costado de la América. Al poco rato sin embargo, cesaron los disparos y el parlamentario pudo desembarcar. Hecha la notificación amigable para desocupar el territorio dentro de las mayores garantías poniendo a órdenes de las fuerzas colombianas a la Estefita, se recibió una respuesta dilatoria, que necesitaban cuando menos dos días de plazo para dar una contestación definitiva.
Las fuerzas peruanas, con fundado motivo, no aceptaron dicha respuesta del General Gamboa, comprobándose luego lo acertado de este proceder, pues los colombianos habían destacado tropas aguas arriba, en Puerto Córdoba, a un día de camino La Pedrera. Se último, ya esta vez, a los ocupantes de nuestro territorio para desalojarlo, en caso contrario, se les comunicó que la Flotilla se vería obligada a emplear la fuerza.
Los colombianos mantuvieron su posición aceptando el reto. A las 13.00 hrs. comenzó el combate. El primer disparo fue hecho por la pieza de proa de la América, dirigiendo el fuego el Segundo Comandante en persona, quien maniobrando dicho cañón, continuó combatiendo en la forma indicada durante toda la acción. La pieza de popa tenía como primer apuntador al Contramaestre Señalero José Navarro Solano. Un vivo fuego de fusilería fue la respuesta colombiana, habiendo continuado el combate durante toda la tarde, sin dirimirse superioridades.
Una “cascada” (cashuera) con fondo bajo y pedregoso, era la defensa natural tras la que se guarecían las tropas colombianas; su existencia impedía a nuestros buques rebasar la línea de las fortificaciones contrarias y llegar justamente al punto indicado para batirlas con éxito. La corriente, demasiado impetuosa, y el natural peligro de encallamiento, se oponían a que, avistando parte del emplazamiento enemigo, pudieran hacer disparos más efectivos sobre él.
Al caer la noche cesó el fuego colombiano, retirándose la Flotilla aguas atrás del Caquetá. Se ignoraban las bajas del contrario, pero de nuestro lado había muerto el parlamentario y habían algunos heridos. Se convocó una reunión presidida por el Comandante Benavides, a la que asistieron todos los oficiales presentes; se impartieron las instrucciones del caso y luego, tanto la tripulación como la tropa fueron arengados delante del mismo cadáver del oficial parlamentario, Alférez Bergieri, muerto en el cumplimiento de su deber.
A 0700 hrs. del 11 de Julio se reanudó el combate iniciado el día anterior. La lucha fue denodada por ambas partes, pero los resultados siguieron imprecisos e infructuosos. A las 2300 hrs. la América navegando sola, volvió a atacar al adversario, pero no obtuvo contestación su fuego.
Al amanecer del tercer día la Flotilla volvió a la carga y combatió impetuosamente hasta aproximadamente las 1500 hrs. sin definirse la acción. Clavero, comprendiendo lo indeciso de la situación y la imprescindible necesidad de tomar una actitud riesgosa para asegurar el triunfo, resolvió surcar las cascadas y utilizar todos los medios disponibles para envolver al enemigo. Dando orden de forzar las máquinas para así poder vencer la fuerte correntada llegó a sobrepasar el límite de seguridad del diseño. Quince minutos luchó la cañonera contra la corriente sorteando con fortuna el casi seguro riesgo de encallar; en este intervalo, el fuego colombiano se concentró sobre su buque con notable intensidad. Cuando ya parecía que surcando los remolinos iba a salir triunfante, la corriente fortísima del paraje la hacía regresar derrotada en su intento.
La voluntad de vencer y el patriotismo de aquellos hombres pudo sin embargo más que la naturaleza impetuosa de las aguas. A poco de haber transcurrido un cuarto de hora, la cañonera podía navegar fuera del peligro de encallamiento, pero constantemente azotada por el fuego contrario. Siguiendo su estela y ejemplo, no obstante habérsele trabado el timón, la Loreto logró forzar el paso. De inmediato, ambos buques atracaron a la orilla y efectuaron el desembarco de las tropas del Batallón de Infantería Nro. 9 que transportaban.
La atrevida maniobra de nuestros buques, inesperada y creída imposible por los colombianos, hizo fallar sus cálculos. Flanqueados por aquel desembarco, iniciaron de inmediato una rapidísima retirada hacia la selva, no sin dejar gente y pertrechos que fueron tomados por nuestras tropas. El General Gamboa, jefe de los efectivos invasores cayó entre los prisioneros. Las bajas en la América fueron 1 muerto y 5 heridos, además de las numerosas bajas que se registraron entre la oficialidad y tropas de infantería; 38 impactos y algunas averías en el casco y superestructura fueron el saldo material de aquel combate.
Así, pues, en las últimas horas de la tarde del día 12 de julio de 1911, el gallardo pabellón nacional fue izado nuevamente en aquel paraje ratificando su peruanidad y como premio al esfuerzo de esos patriotas que también habían luchado en resguardo de nuestra integridad territorial.
El 31 de julio de 1911, fondeó la América en Iquitos; a bordo llevaba heridos y enfermos. El Teniente Primero Manuel A. Clavero se contaba entre ellos; su dolencia: fiebre amarilla. Tres días después pudo recién desembarcar. El pueblo de Iquitos en pleno le rindió a él, a su dotación y a las tropas de nuestro Ejército un calurosísimo homenaje, como testimonio vivo de su justa admiración.
Algunos días después, habiendo recrudecido su enfermedad, Clavero cayó en cama para no levantarse más. Su deceso tuvo lugar el 12 de agosto de 1911, cuando su brillante carrera y sus singulares dotes militares le prometían un estupendo porvenir como marino. La fiebre amarilla, contraída en actos del servicio, arrebató a la Institución y a la Patria al valiente Comandante de la América.
Combate
A principios del siglo XX se inició la exploración de los ríos amazónicos y delimitación de las fronteras por parte de varios oficiales de la Marina de Guerra. Desde mediados del año 1903 las fuerzas del Ejército ecuatoriano, como era su costumbre, habían tomado en posesión los territorios de la amazonia.
Continuando con los enfrentamientos entre peruanos y ecuatorianos en la región del rio Napo, se enfrentaron las fuerzas peruanas al mando del Teniente Oscar Mavila Ruiz, embarcado en la lancha “Iquitos”. El Teniente Mavila resultó herido en dicha acción de armas.
Combate
Luego del combate de Iquique el 21 de mayo de 1879, el monitor “Huáscar” se encontró con el transporte peruano “Chalaco” comandado por el C. de N. Manuel Villavisencio, tomó carbón de aquel buque y transbordó a los náufragos de la fragata peruana “Independencia” y la corbeta chilena “Esmeralda” para que sean transportados al puerto de Arica.
Mientras tanto, el puerto de Iquique continuaba bloqueado por la escuadra chilena que, por cierto, se encontraba con sus provisiones de carbón diezmadas. Situación que pudo haber sido aprovechada por nuestros buques, como lo expresó posteriormente el propio comandante chileno Manuel Bulnes:
“si Grau sospecha la situación de nuestra escuadra pudo reparar en creces el desastre de la ‘Independencia’, porque encerradas nuestras naves en Iquique por falta de carbón, en frente de una ciudad enemiga, pudo bloquearla colocándose en la entrada del puerto e impedir la entrada a los transportes que le llevaran carbón y víveres” (Valdizán Gamio: 1993, 213).
Es en este contexto en el que nuestro monitor realiza expediciones que frustran el aprovisionamiento de víveres, carbón y material bélico a los buques chilenos tanto en Mejillones como en Antofagasta, al capturar muchos de sus transportes y barcas que eran empleados con ese fin, entre ellos la barca “Emilia” (cargada de metales) que fue enviada al Callao comandada por el Teniente Primero Melitón Rodríguez.
El 29 de mayo el “Huáscar” arribó nuevamente a Iquique, esta vez se encontraba a bordo del monitor el presidente Mariano Ignacio Prado, quien le ordenó a su comandante, Miguel Grau, dirigirse sucesivamente a Ilo y al Callao. Precisamente cuando navegaba rumbo al puerto chalaco, se encontró con el blindado “Cochrane”, la fragata “Blanco” y la corbeta “Magallanes”, iniciándose una persecución que se interrumpió por un enfrentamiento breve entre el “Huáscar” y el “Blanco” que no tuvo mayores consecuencias. El “Huáscar” pudo salir bien librado de dicho enfrentamiento y arribó al Callao, donde permaneció hasta el mes de julio.
Mientras el “Huáscar” se reparaba en el Callao, los transportes peruanos continuaban operando, entre ellos el “Chalaco” que, comandado por Manuel Villavisencio, transportó tropas y fusiles a Iquique, el “Talismán” hizo lo propio con armas para Bolivia, el “Oroya” y “Limeña”, desde Panamá, transportaron fusiles, cartuchos, cañones y ametralladoras para el ejército boliviano en Arica.
No obstante el puerto de Iquique bloqueado y el “Huáscar” reparándose en el Callao, nuestros buques siguieron navegando en cumplimiento de sus misiones hasta el mes de julio en que nuestro monitor zarpó de este puerto rumbo a aquel con el objetivo de espolonear a cualquiera de los buques bloqueadores. La escuadra chilena bloqueadora estaba conformada en ese momento por el blindado “Cochrane”, la corbeta “Magallanes”, los transportes “Abtao” y “Matías Cousiño”.
El “Huáscar” arribó el día 8 de julio a Arica, prosiguiendo su viaje hasta Iquique, a donde llegó dos días después. A las 2.30 h. del 11 de julio, el “Huáscar” rompió sus fuegos contra el “Matías Cousiño”, la “Magallanes” acudió en auxilio del transporte chileno, y el “Huáscar” intentó espolonearlo sin éxito. Posteriormente se sumaron al combate el “Cochrane” y el “Abtao”, que duró hasta el amanecer, sin causarle pérdidas y averías a nuestro buque insignia, que pudo regresar al puerto de Arica.
Acontecimiento importante
Don José de San Martin, al mando de la Expedición Libertadora del sur, desembarca en Paracas el 8 de setiembre de 1820. El Ejército Libertador, con el propio San Martín al frente, entró a la ciudad en horas de la tarde. A su paso, muchos lugareños vivaron a las tropas patriotas y hubo jóvenes, que se ofrecieron como voluntarios portando como credencial alguna de las proclamas distribuidas clandestinamente en los puertos, meses antes, por el vicealmirante Cochrane. Las fuerzas realistas por lo pronto, huían a la sierra.
En Lima, el general José de San Martín invitó al Cabildo y población de Lima a jurar la Independencia. La firma del Acta de Independencia del Perú tuvo lugar el 15 de julio de 1821. Manuel Pérez de Tudela, letrado arequipeño, redactó el Acta de la Independencia. El sábado 28 de julio de 1821, en una ceremonia pública muy solemne, José de San Martín, enunció la célebre proclamación de la Independencia del Perú. Primero lo dijo en la Plaza Mayor de Lima, después en la plazuela de La Merced y, luego, frente al Convento de los Descalzos.
El libertador con una bandera peruana en la mano, exclamó:
DESDE ESTE MOMENTO EL PERÚ ES LIBRE E INDEPENDIENTE POR LA VOLUNTAD GENERAL DE LOS PUEBLOS Y POR LA JUSTICIA DE SU CAUSA QUE DIOS DEFIENDE. ¡VIVA LA PATRIA!, ¡VIVA LA LIBERTAD!, ¡VIVA LA INDEPENDENCIA!.
Hundimiento
Desde inicios del siglo XX, se masificó las exploraciones en la Amazonia, sobre todo con la formación de la Junta de Vías. Por otro lado, bajo los auspicios del Gobierno o de la sociedad Geográfica de Lima y a veces particularmente se han hecho por nuestros marinos otra clase de exploraciones, fijación de las coordenadas geográficas de multitud de puntos del territorio nacional.
Durante estos sucesos, las fronteras no estaban bien delimitadas, es por ello que en diversas ocasiones las tropas ecuatorianas sobretodo, ocuparon territorio nacional sin que puedan ser oportunamente rechazados. En la región del rio Napo hubo encuentros fortuitos entre peruanos y ecuatorianos. El Teniente Oscar Mavila Ruiz al mando de la lancha “Cahuapanas” estaba al mando de dichas operaciones.
Captura
Durante el mes de julio, el Monitor “Huáscar” y la corbeta “Unión” incursionaban por los puertos de Taltal, Chañaral, Caldera, Carrizal y Huasco, destruyendo faluchos y capturando presas, tres de las cuales fueron enviadas al Callao. El 23 de julio, ambos buques peruanos capturaron al vapor transporte “Rímac” y lo condujeron hacia Arica. El “Rímac” navegaba con las precauciones; en su rumbo directo a Antofagasta tomó alta mar sin divisar la costa y durante toda la noche no se encendieron las luces. Al caer la noche del día 22, el vapor llegó frente a Antofagasta, unas 30 o 40 millas mar afuera. Al amanecer, el vigía de servicio había visto con las primeras luces del alba, un humo que se marcaba cada vez más. El marinero anunció a la corbeta Unión, mientras que su capitán Ignacio L. Gana creía ver al acorazado Cochrane. Esto motivó la desesperación y posterior insubordinación de los marineros, quienes, desesperados asaltan la cámara, invaden la cantina y bodegas.
Al mismo tiempo se iniciaba un incendio que luego fue controlado. El “Rímac” seguía con rumbo a oriente, mientras que la “Unión” avanzaba a gran velocidad, cruzándose a una distancia de 300 metros. La corbeta peruana lanza una andanada con sus cañones de estribor. Siendo las 10 de la mañana, se izó la bandera blanca de rendición en el palo trinquete. La captura había durado 4 horas y a consecuencia de los disparos de la corbeta Peruana murió un soldado y cuatro quedaron heridos, todos ellos pertenecientes al escuadrón Carabineros de Yungay.
El monitor Huáscar despachó un bote con varios individuos de la guarnición, tres oficiales subalternos y el Mayor de Ordenes, Capitán de Fragata Manuel M. Carbajal, quien atentamente saludó y expresó sus condolencias personales a los Oficiales quienes lloraban por la pérdida de su buque. El transporte Rímac, conducía un regimiento de carabineros, denominado Yungay conformado por más de 258 hombres. Todos ellos bajo el mando del Teniente Coronel Manuel Bulnes. Conducía también 215 caballos, una gran cantidad de carbón, armamento, proyectiles y otros artículos de guerra. El Rímac era un vapor de dos mil toneladas y armado con cuatro cañones de 32 pulgadas. Su captura causó una gran conmoción social y política en Chile, cuyos ciudadanos exigieron cambiar la estrategia militar y logras así la captura del monitor Huáscar y destrucción de la flota peruana.
Natalicio del Gran Almirante del Perú Don Miguel Grau Seminario
Fue hijo del coronel colombiano (nacionalizado peruano) Juan Manuel Grau Berrío y de la dama piurana Luisa Seminario del Castillo. Aunque nació en Piura, vivió su infancia en el puerto de Paita, donde forjó su vocación marina. A los 9 años de edad se embarcó como aprendiz de grumete en un buque mercante, pero este primer viaje se frustró al naufragar la nave frente a la isla Gorgona (1843). No obstante, no se amilanó y se embarcó nuevamente al año siguiente. Durante diez años navegó en 12 distintas naves, recorriendo diferentes puertos de Asia, Estados Unidos y Europa, completando además una circunnavegación, antes de retornar al Callao en 1853.
En 1854, Grau ingresó a la Marina de Guerra del Perú como guardiamarina, sirviendo sucesivamente en el vapor Rímac, el pailebot Vigilante y el vapor de ruedas Ucayali. En 1856, con el grado de alférez de fragata, pasó a servir a bordo de la fragata Apurímac, integrándose plenamente al cuerpo de oficiales de la marina. A instancias de su coterráneo, el teniente segundo Lizardo Montero, se sumó a la revolución conservadora de Manuel Ignacio de Vivanco en contra del presidente Ramón Castilla. Teniendo el control del Apurímac y de otras naves, los marinos revolucionarios operaron durante casi un año a lo largo del litoral peruano y participaron en el ataque al Callao de 22 de abril de 1857.
Derrotada la revolución vivanquista, Grau fue expulsado de la Armada (1858), por lo que debió volver a la marina mercante, navegando a lo largo de la costa peruana y ecuatoriana. Viajó también a la Polinesia (1862). Favorecido por la ley del 25 de mayo de 1861 dada por el Congreso, en 1863 fue readmitido al servicio naval como teniente segundo y pasó a ser segundo comandante del vapor Lerzundi. Poco después, ya como teniente primero, fue enviado a Inglaterra, comisionado para negociar la compra de unidades navales y supervisar la construcción de las mismas. Regresó como comandante de la corbeta Unión, que, junto con su gemela América, fue adquirida en Francia. Durante el viaje de trayecto al Perú, fue ascendido a capitán de corbeta. Ya en aguas peruanas, se sumó a la revolución restauradora de Mariano Ignacio Prado, siendo ascendido a capitán de fragata (1865). Durante la guerra hispano-sudamericana, se mantuvo al mando de la Unión y actuó en el combate de Abtao, librado el 7 de febrero de 1866 contra los buques de la escuadra española del Pacífico.
Se hallaba en Valparaíso, con la escuadra peruana, cuando, junto con otros marinos, protestó contra la decisión del gobierno de Prado de contratar al comodoro estadounidense John R. Tucker como comandante de la armada peruana en una proyectada expedición naval para liberar a Filipinas del dominio español. Acusado de insubordinación, fue apresado, confinado en la isla San Lorenzo y sometido a juicio, para finalmente ser declarado inocente (1867). Por tercera vez, regresó a la marina mercante y durante casi un año navegó al mando de dos vapores de una compañía inglesa. El 12 de abril de 1867 se casó con la dama limeña Dolores Cabero y Núñez, unión de la que nacieron diez hijos. Fue uno de los fundadores del Club de la Unión; un importante club social peruano (1868). Fue también miembro ilustre del tradicional Club Nacional.
A principios de 1868, Grau fue reincorporado al servicio naval como comandante del monitor Huáscar, siendo ascendido poco después al grado de capitán de navío. Tuvo un papel destacado en la actitud que asumió la marina frente a la rebelión de los coroneles Gutiérrez, en defensa del orden constitucional, suscribiendo junto con otros jefes y oficiales una proclama contra dicho golpe revolucionario (23 de julio de 1872).
En 1873, al mando del Huáscar, Grau realizó un crucero por el sur peruano y el litoral boliviano, al ocurrir la amenaza de un conflicto armado entre Chile y Bolivia por cuestiones territoriales. En 1874 fue comandante de la Escuadra de Evoluciones, recorriendo el litoral peruano entre el Callao e Iquique, y colaborando en la debelación de la intentona golpista del caudillo Nicolás de Piérola.
En 1875, Grau fue elegido diputado por la provincia de Paita, por el Partido Civil, labor parlamentaria que interrumpió temporalmente para ejercer la Comandancia General de Marina, entre el 1 de junio de 1877 y el 10 de julio de 1878. En tal calidad, el 2 de enero de 1878 elevó al Congreso Nacional un pormenorizado informe sobre el estado deficiente de los buques de guerra y las carencias de la Marina, formulando juicios que fueron una verdadera advertencia, un año antes del estallido de la guerra con Chile.
Al estallar la Guerra del Pacífico, el 5 de abril de 1879, Grau obtuvo licencia del Congreso para volver al servicio, retomando el mando del Huáscar. Fue nombrado jefe de la primera división naval, iniciando su campaña en el mes de mayo. Durante los cinco meses siguientes, desarrolló una intensa actividad, manteniendo en jaque a la poderosa flota chilena. Ganó el combate naval de Iquique del 21 de mayo de 1879, hundiendo a la corbeta Esmeralda y se ganó el respeto unánime por su acción humanitaria de rescatar a los náufragos chilenos y de enviar a la viuda del capitán de corbeta Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, una sentida carta acompañando los efectos personales de dicho jefe.
En los meses siguientes, Grau realizó varias incursiones en aguas controladas por Chile, atacando sorpresivamente, hostilizando sus líneas de comunicación y bombardeando las instalaciones militares de los puertos. El 27 de julio de 1879 fue ascendido a la alta clase de contralmirante. Finalmente, el 8 de octubre de 1879, estando frente a Punta Angamos, el Huáscar fue cercado por dos divisiones enemigas, trabándose un desigual combate. Grau murió en los primeros minutos de la lucha, por efectos de una granada disparada por el acorazado Almirante Cochrane, que destrozó su cuerpo. Sus oficiales y marineros continuaron la lucha, hasta que resultaron muertos o puestos fuera de combate. Solo con la eliminación de Grau y el Huáscar, que había actuado como una verdadera muralla móvil del Perú, los chilenos pudieron recién invadir territorio peruano, tras seis meses de iniciada la contienda.
Sus restos, inicialmente enterrados en Santiago de Chile, fueron repatriados en 1890 y trasladados a la Cripta de los Héroes en 1908. El 26 de octubre de 1946 fue ascendido póstumamente al grado de almirante. En su calidad de ex diputado, conserva una curul permanente en el Congreso de la República del Perú.