Acción Naval
“Hubiese podido continuar con el bombardeo de la población, desde que a él había sido provocado, pero la consideración de lastimar intereses neutrales y de que este ataque se dirigiera contra los pobladores indefensos, aunque no me correspondía la responsabilidad de los resultados, me decidió a no emprenderlo.”.
(El Almirante Miguel Grau, comandante del monitor “Huáscar” al Director de Marina, en Ilo, el 31 de mayo de 1879. Citado en: López: 1930, 194).
Antes y después del combate de Iquique librado el 21 de mayo de 1879, donde se logró hundir a la corbeta chilena “Esmeralda”, aunque habiendo sufrido la pérdida de nuestra fragata “Independencia”, la Escuadra nacional navegaba por las costas del Pacífico sur, cumpliendo misiones que consistían en boicotear el suministro de carbón, víveres, municiones, armamento, tropa, y el sistema de comunicación de la Armada chilena, a través de la captura de barcas y transportes empleados con ese fin, y la intercepción y corte de los cables telegráficos submarinos.
Así, tenemos la excursión del transporte “Chalaco” que, junto al “Oroya”, zarpó del Callao el 16 de mayo rumbo a Pisagua transportando suministros de guerra y al presidente Mariano Ignacio Prado que se dirigía al teatro de operaciones.
El “Chalaco”, estando en Pisagua, se dirigió hacia Iquique a solicitud del Almirante Miguel Grau, quien desde este puerto, donde arribó el día 23, lo requirió para que pueda transportar a los náufragos de la “Independencia”, además de proporcionarle carbón al monitor “Huáscar”, y realizar el desembarco de una brigada de artillería y víveres para el ejército acantonado en este puerto.
Después de realizar estas tareas, el mismo día, el transporte “Chalaco” zarpó hacia Arica, para retornar nuevamente al puerto de Iquique, donde arribó el 24 de mayo con el objetivo de desembarcar al presidente Prado, quien se reunió con Grau para ponerse al tanto de lo ocurrido en la jornada del 21de dicho mes, a la vez de encomendarle una nueva misión.
El día 26, el “Chalaco”, cuando se encontraba navegando hacia Cobija, apresó en la caleta Duendes a la barca chilena “Anita” que cargada carbón para su escuadra.
Mientras tanto, el mismo día 26, en Mejillones, el monitor “Huáscar” detuvo al vapor “Amazonas”, y se presentó en el puerto de Antofagasta tras haber perseguido al transporte “Rímac” sin poder capturarlo, debido a la rapidez con la que aquel buque huía después de haber desembarcado tropas.
De regreso a este puerto, el “Huáscar” se enfrentó a las baterías de tierra situadas al norte, centro y sur, y a la artillería de la goleta chilena “Covadonga” comandada por el Capitán de Corbeta Carlos Condell, por un espacio de cuatro horas, para posteriormente proceder a romper los cables telegráficos.
Combate
Después de rebelarse contra el Gobierno, el monitor “Huáscar” se encontró con el vapor “Jhon Elder” de la compañía Inglesa del Pacifico, a la que apresó y abordó. El monitor “Huascar” fue considerado por el Gobierno del Presidente Prado como pirata y le puso recompensa por su captura. El Almirante Algernon M. de Horsey, Comandante en Jefe de las Fuerzas Navales Británicas en el Pacífico, tomó conocimiento de ello y notificó al C. de N. Luis Germán Astete que capturaría al monitor a su mando y lo entregaría a las autoridades.
Los buques ingleses eran la fragata “Shah” y la corbeta “Amethyst”, ambas se enfrentaron al “Huáscar” frente a Pacocha el 29 de mayo. Mientras que el “Huascar” se dirigía al Norte, el Almirante De Horsey lo buscaba en la zona de costa comprendida entre la punta de Camaná y el puerto de Iquique.
Durante el combate, desarrollado desde las tres de la tarde cuando se avistaron. En seguida el monitor “Huascar” trató de acercarse a la costa, pero fue impedido por los cañones del “Amethist”. El Almirante De Horsey envió un emisario para que el monitor se entregue, sin embargo recibió como respuesta que el Presidente estaba embarcado abordo, que no había cometido actos ilegales y que tampoco arriarían su bandera. El combate abarcó el intercambio de disparos y diversas maniobras por un lapso de tres horas y veinticinco minutos. Los tiros de los buques ingleses no pudieron causar daño al monitor. A las 5:30 p.m. El monitor pudo librarse de sus captores navegando bien pegado a tierra y a la población de Ilo.
Combate
En abril de 1879, tras recibir la declaratoria de guerra por parte de Chile, el gobierno peruano adoptó todas las providencias necesarias para organizar los buques de su escuadra, formar y adiestrar a las tripulaciones, así como para apresurar las reparaciones de los buques de guerra y luego pertrecharlos.
Una vez concluidos todos estos preparativos, se dispuso el zarpe de la Escuadra Peruana con dirección a Arica. El 16 de mayo partió desde el puerto del Callao la Primera División Naval Peruana al mando del Capitán de Navío Miguel Grau, compuesta por la fragata Independencia y el monitor Huáscar, acompañada por los transportes Chalaco, Limeña y Oroya. A bordo de este último, viajaba el presidente de la República y Director de la Guerra, general Mariano Ignacio Prado, juntamente con su Estado Mayor.
Coincidentemente, ese mismo día salió de Iquique la escuadra chilena al mando del contralmirante Juan Williams Rebolledo, con dirección al Callao. Su plan consistía en abatir a los buques peruanos por sorpresa en el propio puerto del Callao, mientras se quedaban en Iquique las corbetas Esmeralda y Covadonga sosteniendo el bloqueo de dicho puerto peruano.
Ambas escuadras se cruzaron sin avistarse aproximadamente a la altura de Atico, ya que las naves peruanas navegaban cerca de la costa, mientras que las chilenas hacían lo propio mar adentro.
El día 19 de mayo, las naves peruanas fondearon en Mollendo a las 1700 horas, para continuar viaje hacia Arica unas horas más tarde, llegando a su destino a las 0200 horas del día siguiente. Durante la travesía habían recibido la noticia que la Escuadra chilena había dejado Iquique con dirección al norte y que el bloqueo en dicho puerto había quedado a cargo de la Esmeralda y la Covadonga, información que fue confirmada en Arica. Sin duda, era una noticia importante. De inmediato, el presidente Prado reunió en consejo de guerra a los comandantes de los buques peruanos, para adoptar la estrategia a seguir ante los nuevos acontecimientos, decidiéndose por unanimidad que los blindados Independencia y Huáscar se dirigieran esa misma noche a Iquique para enfrentar a las naves bloqueadoras.
De acuerdo con lo planeado, los buques peruanos dejaron Arica la noche del día 20 con dirección a Iquique, donde arribaron a las 0800 horas del día 21, decididos a librar el primer combate naval de la Guerra del Pacífico. Al notar la presencia de las naves peruanas en el puerto, la Covadonga emprendió la huida, más no así la Esmeralda, ya que por la rotura de una de sus calderas su andar había quedado reducido a sólo tres millas, debiendo permanecer en el puerto por esa razón.
El 21 de mayo de 1879 fue el día en que la guerra se hizo realidad. El capitán de navío Grau, antes de romper fuegos arengó a la tripulación formada en cubiertas con estas palabras: “Tripulantes del Huáscar, ha llegado la hora de castigar a los enemigos de la patria y espero que los sabréis hacer, cosechando nuevos laureles y nuevas glorias dignas de brillar al lado de Junín, Ayacucho, Abtao y 2 de mayo. ¡Viva el Perú!”. La banda de guerra dejó oír el toque de zafarrancho y enseguida el monitor rompió fuego.
Una granada hizo impacto sobre la Covadonga que intentaba huir, logrando perforar su casco. Grau ordenó entonces al capitán de navío Guillermo More, al mando de la Independencia, que vaya tras ella, mientras él mismo se encargaba de batir a la Esmeralda, que permaneció en el puerto.
La intención inicial de Grau era capturar a la corbeta, pero viendo que esta se empeñaba en combatir, decidió atacarla. El buque chileno se encontraba cercano a la costa, y temiendo el Grau que sus disparos pudieran hacer impacto en la población, así como lo impreciso de sus tiros por falta de práctica de los artilleros del Huáscar, tomó la decisión de espolonear a la Esmeralda, y lanzó audazmente a su buque sobre ella. El primer espolonazo la tocó en el costado de babor y luego recibió otro en la amura de estribor que le abrió un gran boquete. Ambas embestidas dejaron seriamente dañada a la corbeta.
En el momento en que el Huáscar impactó al buque enemigo, el comandante de la Esmeralda, capitán de fragata Arturo Prat, cayó sobre la cubierta del Huáscar, hallando una pronta muerte. Mientras tanto, su buque recibió un tercer espolonazo en el centro que lo partió en dos, hundiéndose la Esmeralda de inmediato.
Fue esta la primera ocasión en que Grau mostró su gran sensibilidad humana, ya que no sólo evitó dañar a la población civil, sino que, en un magnánimo gesto que lo enaltece, hizo cuanto estuvo a su alcance para salvar a los náufragos de la Esmeralda. Los botes del Huáscar recogieron así a 62 sobrevivientes de una tripulación de 198 hombres, que sobre la cubierta del buque lanzaron un estentóreo grito: ¡Viva el Perú generoso! A bordo del Huáscar hubo de lamentarse la muerte de un oficial valeroso y competente, el teniente segundo Jorge Velarde, quien cayó batido por las balas enemigas, demostrando hasta sus últimos momentos un gran sentido del cumplimiento del deber.
Pero mientras el Huáscar se había encargado de la Esmeralda con éxito, la caza de la Covadonga por parte de la Independencia no tendría iguales resultados. Cuando la fragata blindada peruana intentaba dar alcance a la Covadonga que huía pegada a la costa, encalló en un lugar llamado Punta Gruesa. Un arrecife que no estaba señalado en las cartas náuticas abrió la quilla de nuestra mejor fragata en momentos en que se preparaba para espolonear a la nave enemiga. El buque, dañado irremediablemente, se inclinó sobre su costado de estribor, empezando a hundirse.
La Covadonga, al percatarse de lo ocurrido a la fragata, detuvo su huida, dio media vuelta y regresó a atacar al buque peruano, que se defendió hasta que el agua inundó las cubiertas y ya no le fue posible combatir. Entonces, se arrojaron al agua las embarcaciones para salvar a los sobrevivientes, que fueron recogidos tres horas más tarde, cuando el monitor Huáscar llegó al lugar del siniestro.
Es importante resaltar el profesionalismo y persistencia del capitán de navío Miguel Grau, quien no dudó en emplear todos los recursos disponibles de la nave de su mando, para cumplir el objetivo de hundir al enemigo, así como su actitud magnánima de rescatar a los náufragos y sus dotes de caballero al haber enviado días después del combate las prendas personales del comandante Prat a su viuda, que él habría podido conservar como trofeo de guerra.
Por su parte, el comandante More no perdió a la Independencia por falta de capacidad marinera ni abatido por el enemigo. Fue un caso fortuito. Lamentablemente, en aquel entonces no se contaba con cartas de navegación precisas. Nada pudo hacer por sus hombres, que fueron atacados por la nave chilena. More perdió su buque, pero meses más tarde, moriría en defensa del Morro de Arica acompañando a Bolognesi y a su valiente guarnición.
Iquique representó el inicio de la guerra, cuyo escenario inicial seria principalmente el mar. En Iquique los marinos peruanos demostraron las cualidades que los acompañarían en su participación tanto en la Campaña Naval como en la Campaña Terrestre, gran capacidad marinera unida a la firme convicción que defender a la patria es el más alto honor que puede tener un marino.
Combate
Con la victoria de Ayacucho, el Perú consolidó su independencia, y hacia la década de 1860, era uno de los pocos países hispanoamericanos que aun no había firmado un tratado de paz ni entablado relaciones diplomáticas con España.
Sin embargo, ello no había sido obstáculo para que se produjeran diversos actos recíprocos de buena voluntad, entre los que estuvieron el establecimiento de consulados de ambos paises en Madrid y Lima en 1858.
En ese contexto, la intervencion francesa en Mexico y la española en Santo Domingo en 1862, harían ver con mucha suspicacia el envío a sudamérica de una expedición científica hispana, a bordo de las fragatas Resolución yNuestra Señora del Triunfo y las goletas Vencedora y Covadonga, cuyo propósito anunciado era efectuar estudios en las antiguas posesiones españolas.
Mientras tanto, en el Perú, el 4 de agosto de 1863, se produjo un incidente en la hacienda Talambo, Lambayeque, en el que resultó muerto un colono agricultor español, lamentable circunstancia que fue inmediatamente explotada por algunas autoridades españolas que aun guardaban antiguos recelos contra Perú.
De esta manera, un tema de orden interno peruano pronto escaló en una crisis internacional, al ser exacerbado ante el gobierno español por el funcionario diplomático Eusebio Salazar y Mazarredo.
La investidura de este personaje, con el título de comisario especial extraordinario de España en el Perú, que no correspondía ante una república independiente, provocó la negativa a recibirlo por parte de nuestras autoridades.
Luego, incitado por Salazar, el general Pinzón, al mando de la escuadra española, decidió tomar represalias contra el Perú, capturando el 14 de abril de 1864 las islas Chincha, de donde provenía la mayor parte del guano que el Perú exportaba, a la par que se establecía un bloqueo en el puerto del callao.
Producidos estos hechos, España reforzó su escuadra con las fragatas Blanca, Berenguela y Villa de Madrid y el blindado Numancia, para entonces considerado como uno de los de mayor poder ofensivo del mundo.
Por su parte, el gobierno peruano, por ese entonces bajo la presidencia del general Pezet, buscó en todo momento una salida diplomática al impasse, considerando, además, que el país no contaba con los medios militares y navales para hacerle frente a una fuerza naval como la española.
Buscando lograr un arreglo pacífico, el Perú comisionó al general Manuel Ignacio de Vivanco para negociar con el general español José Manuel Pareja.
Dado que las exigencias españolas eran excesivas, y no contando nuestro país con un poder naval disuasivo que respaldara su posición, el gobierno buscó una pronta solución, firmando, el denominado Tratado Vivanco-Pareja, suscrito el 27 de enero de 1865.
Si bien es cierto que se ponía fin al impasse, ello se hacía a costa de reconocer una supuesta deuda económica con España proveniente de tiempos de la independencia.
Cabe señalar que, mientras se negociaba con España, el gobierno peruano adquiría armamento para fortalecer al ejército y la armada, en el caso que las conversaciones no llegasen a buen término.
Sin escatimar esfuerzos, ni recurso económico alguno, se procuró adquirir el armamento y las naves de diseño más moderno, bajo un concepto estratégico muy similar al empleado por las principales potencias de la época: artillería de defensa de costa de gran calibre para los puertos, buques blindados para hacerle frente a una escuadra en altamar, y corbetas para atacar las líneas de comunicaciones marítimas y retaguardia enemigas.
Como parte de estas gestiones, se comisionó a destacados oficiales del ejército y armada, entre los que estuvieron los futuros máximos héroes Grau y Bolognesi, quienes con otros compañeros de armas, lograron su misión al comprar artillería de grueso calibre, y concretarse la adquisición en Francia de las corbetas Unión y América, y en Gran Bretaña los blindados Huáscar e independencia.
Además, se dispuso la construcción en el Perú del monitor Victoria y la transformación del vapor Loa, convirtiéndose ambos en los primeros blindados que tuvo nuestra armada.
Retornando a los hechos, en el campo político, la opinión pública nacional consideró que el tratado Vivanco-Pareja era contrario a los intereses del Perú y el levantamiento popular no se hizo esperar.
El coronel Mariano Ignacio Prado se pronunció en contra del tratado el 28 enero 1865 en Arequipa, estableciendo un gobierno de restauración nacional, logrando hacerse del poder en noviembre de 1865, repudiando el referido tratado.
Cabe señalar, que los actos de beligerancia motivados por la escuadra española no sólo se limitaron al Perú, sino que también involucraron a chile por su actitud solidaria hacia nuestro país, por lo que el 5 de diciembre de 1865 ambos países suscribieron una alianza defensiva para hacer frente a la intimidación española.
Como dato de interés, en dicho tratado el Perú ofrecía apoyar con su escuadra la defensa del litoral chileno, dado que aquel país no tenía los medios adecuados para ello. A este tratado de alianza, luego se sumarían Bolivia y Ecuador, de modo de actuar unidos contra España.
Finalmente, el Perú le declara la guerra a España el 14 de enero de 1866, y dado que aún se hallaban en construcción en Inglaterra el monitor Huáscar y la fragata Independencia, únicos buques superiores y capaces de enfrentar con éxito a la escuadra española, se determinó la conveniencia de enviar a las cuatro naves principales de nuestra escuadra al sur de chile, bajo el concepto de lo que hoy se conoce en estrategia como “flota en potencia”, donde debían aguardar el arribo de los dos nuevos blindados para actuar luego en conjunto contra la fuerza enemiga.
Tres de estas naves, la fragata Apurímac y las corbetas Unión y América, junto a la cañonera chilena Covadonga, conformaron la escuadra aliada, que bajo el mando del valeroso e intrépido capitán de navío peruano Manuel Villar, rechazaron de manera contundente el 7 de febrero del 1866, en el Combate de Abtao, el ataque de las fragatas españolas Villa de Madrid y Blanca.
Después de este infructuoso intento de doblegar a nuestras fuerzas, el jefe naval español, brigadier Casto Méndez Núñez, reorientó se esfuerzo, y optó por afectar la infraestructura marítima comercial de ambos países, bombardeando el puerto chileno de Valparaíso, y luego el del Callao.
El castigo ante el primero de los mencionados ocurrió el 31 de marzo, no hallando resistencia por parte de su indefensa población.
Con este antecedente, el callao corría un peligro inminente al no conocerse aun la fecha de llegada de los blindados Huáscar e Independencia, capaces de batirse con a las naves españolas.
Sin embargo, para ese entonces ya habían llegado al Perú los cañones adquiridos por el coronel Bolognesi y, al advertirse la amenaza sobre el callao, el gobierno dispuso la ejecución de las defensas necesarias a cargo de la marina y del ejército.
De manera muy acertada, las fuerzas peruanas, -considerando las lecciones militares de la reciente Guerra de Secesión Americana- establecieron un sistema defensivo conformado por fortificaciones y artillería de costa de grueso calibre, totalizando 45 piezas, distribuidas desde la boca del rio Rímac hasta la zona de la punta. Debemos destacar que ante la ausencia del grueso de la escuadra peruana que aun se hallaba en el sur, se logró establecer una división naval como defensa móvil en la bahía.
En detalle, en el sector norte, las defensas estaban conformadas por el Fuerte Ayacucho, la Batería Independencia, la Batería Pichincha y la Torre Junín.
Luego, en la zona de la "mar brava" se erigió la batería Zepita para evitar un posible desembarco por la retaguardia.
En el sector sur del callao, se prepararon las defensas desde la torre de la Merced, el fuerte de Santa Rosa y las baterías Maipú, Chacabuco y Chalaca, dentro de la que se hallaba el Cañón del Pueblo, cuya instalación fue improvisada en 24 horas por una multitud de patriotas.
Finalmente, la división naval, ubicada en el sector centro como defensa móvil, se ubicó en inmediaciones del muelle de guerra, cubriendo el espacio poblado de la ciudad, en donde no había baterías.
Se hallaba conformada por el vapor Tumbes armado con dos cañones rayados, el blindado Loa con dos cañones; el monitor Victoria, con un sólo cañón de torre giratoria, y los auxiliares Sachaca y Colón, con artillería menor.
Las fuerzas españolas, plantearon una acción ofensiva, basada en bombardear las posiciones terrestres peruanas, empleando un ataque simultáneo en tres divisiones. La primera, encargada de batir la zona sur del Callao; la segunda, batir la zona norte del Callao, y la tercera, batir la zona centro del puerto.
La poderosa escuadra española fondeada frente a San Lorenzo desde el 26 de abril, se hallaba conformada por las fragatas Numancia, Blanca, Villa de Madrid, Resolución, Berenguela y Almansa, integrando tres divisiones y apoyadas por los buques auxiliares Vencedora, Marqués de la Victoria, Matías Cousiño y Paquete de Maule. Todas estas naves totalizaban 245 cañones de diverso calibre.
Del lado peruano, la movilización de hombres fue total. Al lado de los adultos, se alistaron para la lucha niños y ancianos. También los extranjeros intervinieron, formando las famosas brigadas de bomberos. Fue, verdaderamente, una tarea donde participó de manera conjunta el pueblo y su fuerza armada, la nación en su conjunto.
Llegado el dos de mayo, fecha señalada por los españoles para bombardear nuestro primer puerto, pasado el mediodía, el blindado español Numancia, que enarbolaba la insignia de Méndez Núñez, hizo los primeros disparos.
Luego, fue la torre de la merced, en donde fijó su puesto para dirigir el combate el secretario de guerra y marina José Gálvez, la que rompió los fuegos, a la vez que se desplegaba el pabellón nacional, generalizándose el combate por ambas partes.
En el fragor de la batalla, la Numancia, al cambiar de banda, recibió dos certeros impactos: uno del monitor loa y otro de las baterías de tierra, resultando herido el propio brigadier Méndez Núñez.
La Villa de Madrid también sería impactada por un proyectil que puso a 40 tripulantes fuera de combate, y le causó otros graves daños, obligándola a salir de la línea, remolcada luego por la Vencedora. Momentos después recibiría la Benrenguela un proyectil que le atravesó en la línea de flotación por lo que tuvo también que alejarse escorada hacia estribor, siendo posteriormente varada frente a San Lorenzo para evitar su hundimiento.
Al tiempo que esto sucedía, nuestros bravos defensores experimentaron un duro golpe en la torre de la merced en pleno fragor del combate. Allí se produjo una explosión con la muerte de todos los que allí se encontraban, entre ellos el secretario de guerra y marina, don José Gálvez, quien dirigiendo la acción, supo encarnar el espíritu de heroicidad, valor y arrojo que mostraron los peruanos aquel día.
De esta forma, oficiales y personal del ejército y la armada, tanto en tierra como a bordo, lucharon en la defensa del honor nacional, conjuntamente con la ciudadanía entera, que frente al ocasional adversario, escribieron con letras de oro una página de gloria en nuestra historia republicana.
Los cañones de tierra y los cañones de nuestros buques siguieron disparando hasta el último momento. La Numancia y la Vencedora fueron los últimos buques españoles en retirarse, aproximadamente a las 5 de la tarde y lo hicieron lentamente, recibiendo aún el tiro de nuestros buques.
Precisamente los últimos cañonazos fueron del monitor Victoria, que rubricaron con su nombre la gloriosa jornada.
Fue el dos de mayo, un momento en la historia que evidenció la forja moral de la nación, aglutinada en la lucha por la libertad y sus ideales. Una muestra tangible de lo que una naciente república, firme en sus convicciones enfrentó, como prueba de fuego, para convertirse luego en un sello imperecedero hasta nuestros días de lo que significa el velar por los sagrados intereses que motivan la identidad nacional.
Como bien ha señalado el historiador Jorge Basadre, “se logró robustecer el espíritu nacional peruano” y que por ello, después del Ayacucho, “el dos de mayo de 1866 es un día cumbre en la historia republicana del Perú, y más que una jornada militar, es una jornada cívica”
Combate
En la noche del 25 de mayo salió a rondar por la bahía del Callao, la lancha “Independencia”. Abordo iba el Teniente Segundo José Gálvez, hijo del héroe del Combate del Dos de mayo de 1866. Estaba acompañado por el guardiamarina Emilio San Martín y el practicante de medicina Manuel Ugarte, además de 12 marineros con fusiles. La lancha estaba armada por un cañón pequeño, una ametralladora y un torpedo.
Las lanchas chilenas “Guacolda” y “Janequeo” se acercaron para capturarlo. Destruido su armamento, la lancha peruana no tenía más remedio que entregarse. Sin embargo, Gálvez cogió el torpedo, prendió su mecha y lo mantuvo en alto hasta el momento de ser abordado por el “Janequeo”. Ya en cubierta enemiga, Gálvez disparó su revolver dos veces para acelerar la explosión, que finalmente hundió las dos embarcaciones.
Murieron 8 peruanos, entre ellos el practicante de medicina Manuel Ugarte y el Guardiamarina San Martín. Los náufragos fueron salvados por la “Guacolda” y llevados a bordo del “Blanco Encalada”. En la tarde del 25 de mayo, Gálvez fue liberado por los chilenos en mérito a su valor demostrado.